Add parallel Print Page Options

¡Ay, si mi cabeza se hiciera agua
y mis ojos fuentes de lágrimas,
para llorar día y noche
a los muertos de la hija de mi pueblo!
¡Ay, quién me diera en el desierto
un albergue de caminantes,
para abandonar a mi pueblo y apartarme de ellos!,
porque todos ellos son adúlteros,
una congregación de traidores.

Read full chapter